La acumulación de placa y sarro alrededor de los dientes puede producir una afectación de las encías que los rodean cuyos síntomas pueden ser inflamación, sangrado o mal olor.
Si no existe afectación del hueso, hablaríamos de gingivitis.
Las bacterias presentes en el sarro pueden entrar y migrar a través de los vasos sanguíneos y, por tanto, afectar a cualquier otra parte del cuerpo.
Esto es especialmente importante en pacientes con problemas de corazón o que hayan recibido un reemplazo valvular o transplante. Estas bacterias del sarro pueden llegar hasta las válvulas del corazón y adherirse a ellas provocando una infección llamada endocarditis.
Si el sarro y la placa continúan acumulándose y sin tratar, el hueso que rodea y alberga a los dientes puede comenzar a reabsorberse produciendo una periodontitis. Entre los síntomas de esta enfermedad se incluyen las encías separadas del diente, encías sangrantes, mal aliento, movilidad dental, retracción de encías… Al reabsorberse el hueso se va a crear un espacio entre la encía y el hueso llamado bolsa periodontal, donde las bacterias se acumulan, proliferan y el paciente ya no puede higienizar.
Una bolsa periodontal es la profundización patológica del surco gingival, es decir, una fisura patológica entre la parte interna de la encía (epitelio crevicular) y la superficie del diente, limitada coronalmente por el margen gingival libre y apicalmente por el epitelio de unión. Si se acumula sarro y bacterias en ella, se produce una enfermedad periodontal.
¿Qué síntomas nos desvelan que algo no va bien?
Encías blandas, inflamadas o rojizas.
Sangrado al cepillarse o al pasar el hilo dental.
Encías que se desprenden de los dientes.
Dientes flojos o separados.
Pus entre la encía y el diente.
Mal aliento continuo.
Cambio en la forma en la que los dientes se encajan al morder.
Cambio en el ajuste de dentaduras parciales.
Si has detectado alguno de ellos, consulta con tu especialista.
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